sábado, 13 de septiembre de 2008

La sofisticada sexualidad del pulpo


Travestismo, celos, petting… Según un estudio de la Universidad de Berkeley, los octópodos poseen unas costumbres sexuales casi tan caprichosas como las de los seres humanos.

No, hoy no vamos a hablar del pulpo discotequero, ese monstruo que, aunque posee sólo dos brazos, se diría que tiene ocho, pues mete mano a todo lo que le pasa por delante. Vamos a hablar del pulpo marino, ese simpático bicho que está tan bueno preparado con aceite de pimentón y cachelos, ya sea á feira o á mugardesa.

Pese a su fealdad (mirándolo desde los patrones estéticos humanos hoy imperantes, claro), esta criatura lovecraftiana resulta muy atractiva por su carne caliente, su viscosidad animal, su morbo tentacular y su poderoso cerebro: la inteligencia siempre es sexy y los pulpos poseen, amén de una vista de lince, una gran capacidad de aprendizaje (si son capaces de aprender a usar sus tentáculos para abrir una botella y sacar el cangrejo que hay dentro, ¿qué llegarían a hacer si los adiestráramos para el sexo?).

Para colmo, los pulpos son unos viciosos: ya el escritor romano Claudio Eliano (175-235) dejó claro en su Historia Natural que la incontinencia sexual del pulpo hace que, en su edad adulta, esté siempre dale-que-te-pego, por lo cual acaba el día hecho polvo, siendo presa fácil para cangrejos grandes y pervertidos humanos.

Este mismo verano encontraron miles de imágenes de personas fornicando con pulpos en el ordenador de un tal Rodney Scott McLagan, un demonio de Tasmania (Australia) que, además, confesó que él mismo había practicado sexo con un octópodo. Y en YouTube circulaba hasta hace poco un video de una deliciosa oriental haciéndole una felación a un tentáculo de un pulpo. Mientras tanto, los psicólogos se siguen preguntando si el pulpo es una proyección de los miedos del hombre o una fantasía multifálica de la mujer (según el historiador bizantino Procopio de Cesarea, la mismísima emperatriz Teodora hizo experimentos de alcoba con pulpos para intentar satisfacer simultáneamente todos sus orificios).