- Entre los artrópodos es frecuente que ellas se coman al macho
- El macho pasa mucho tiempo en su refugio esperando a que lleguen hembras.
'Viuda negra' es un apodo con gancho. Las arañas del género 'Latrodectus' son famosas por devorar al macho tras la cópula, pero no son las únicas. Entre los artrópodos el canibalismo es relativamente frecuente y varios arácnidos acostumbran a comerse a sus parejas antes, durante o tras la cópula. Sin embargo, las caníbales siempre eran ellas. Hasta ahora. Científicos uruguayos han descubierto una araña lobo macho -'Allocosa brasiliensis'- que se come a las hembras, sobre todo si éstas son mayores y de bajo estatus reproductivo.
Los investigadores, con Anita Aisenberg a la cabeza, han publicado los resultados de su estudio en la revista 'Biological Journal of the Linnean Society'. Los científicos explican que la araña en cuestión prefiere copular con parejas jóvenes, vírgenes y con el vientre ancho para aumentan sus posibilidades de producir mayor descendencia.
El primer saco de huevos de una hembra es el que contiene más crías (unas 180). A partir de entonces, la cifra decrece -si un macho no se la come antes, claro-. Entonces, las arañas mayores dejan de resultar atractivas a los machos y corren el riesgo de ser eliminadas para favorecer la cópula con las más inexperimentadas.
La 'Allocosa brasiliensis' es una araña lobo nocturna que habita en los arenales costeros de Uruguay y "a diferencia de lo común entre arañas, los machos son más grandes que las hembras" detalla Anita Aisenberg
Los investigadores creen que el comportamiento de los machos 'Allocosa brasiliensis' engarza con la teoría científica de que el canibalismo sexual es una elección extrema de pareja.
En primer lugar, el hábitat de estas arañas dista mucho de ser paradisíaco: "Las áreas costeras donde habita la araña se caracterizan por presentar fuertes vientos, variaciones drásticas de la temperatura entre el día y la noche, muy escasos refugios y altas variaciones en abundancia de presas", desgrana la investigadora.
En ese entorno, el macho pasa mucho tiempo en su refugio esperando a las visitas de las hembras. No tiene presas. Apenas se alimenta y se encuentra con una compañera con pocas probabilidades de brindarle una gran descendencia. Si espera un poco más quizás consiga copular con una pareja virgen que pondrá más huevos. Tiene hambre y, después de todo, cavar esa profunda madriguera le ha costado un gran esfuerzo. El macho podría aparearse con esa hembra mayor o "alimentarse de ella y obtener nutrientes que le ayuden a sobrellevar la espera de una pareja mejor", remata Aisenberg.
Por otra parte, "las hembras se arriesgan porque son malas cavadoras y precisan de cuevas profundas para realizar sus sucesivas puestas de huevos - unas cuatro por período reproductivo-". Las mayores se arriesgan al ataque de los machos exigentes porque ya se aseguraron en el pasado el éxito de su primera puesta.
. Además, esta peculiaridad se suma a otra aún más llamativa.
En el mundo animal la norma es que las hembras jueguen el papel decisivo y escojan macho. Mientras, ellos intentan llamar su atención para conseguir una cópula. Esta araña no.
En esta especie, el macho se queda en su madriguera y espera a que las hembras desfilen por allí a cortejarle. Él puede corresponder este interés o no. Si el 'romance' sigue adelante, ella entra en la cueva y se coloca bajo el macho. Copulan. Cuando el acto culmina, el macho se retira de escena y sella la entrada de la guarida dejando a la hembra atrás. En su retiro, ella pondrá los huevos y no saldrá hasta un mes más tarde, cuando se marche junto a sus pequeñas crías a la espalda.
En última instancia, el éxito reproductivo de las hembras "depende de su estatus sexual y su condición corporal; y el de los machos, de su capacidad para cavar una madriguera lo suficientemente atractiva como para llamar la atención de una compañera", aclara Aisenberg.