domingo, 21 de junio de 2009

A 1.452 kilómetros del Polo Norte y a 16.252 de la Antártida


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En el fiordo de Hornsund, junto a un glaciar volcado al mar, hay una estación polar polaca, dedicada a la ciencia, especialmente la geofísica. Está permanentemente habitada, con inviernos de tres meses de oscuridad permanente y temperaturas de hasta 39,6 grados centígrados bajo cero. Los 11 miembros de la base, que llevan un año en Hornsund y están a punto de acabar su estancia, han recibido hoy a los integrantes de la campaña oceanográfica del buque Jan Mayen. El recibimiento no ha podido ser más caluroso en ese lugar, exactamente a 1.452 kilómetros del polo Norte y 16.252 kilómetros de la Antártida (más exactamente de la base polaca situada en la península Antártica, no lejos de la base española allí).


El desembarco desde el Jan Mayen ha comenzado poco antes de las 10 de la mañana, con sol radiante, en lanchas neumáticas y todos pertrechados con trajes de supervivencia en frío, hasta una playa pedregosa cercana a las instalaciones polacas. En la base polar, su director Marek Szymocha ha dado la bienvenida a los visitantes, con un desayuno preparado meticulosamente, incluidos dulces típicos polacos cocinados la noche anterior.

La base polar polaca en el sur de esta isla de Spitsbrgen, la mayor del archipiélago Svalbard, fue creada en 1957, en ocasión del Año Geofísico Internacional, y se mantuvo como estación científica de verano hasta 1978, cuando se reconstruyó para convertirla en una base permanente, ha explicado Szymocha. Desde entonces, siempre esta habitada, con turnos de residentes de un año y recibiendo a numerosos científicos internacionales (hasta 40), sobre todo en verano. La zona es un parque nacional donde las visitas están limitadas por el efecto que el exceso de gente puede tener en la naturaleza virgen. La estación es uno de los seis buques insignia europeo de biodiversidad, han explicado los científicos residentes. El archipiélago de Svalbard es territorio internacional regulado por Naciones Unidas, bajo bandera de Noruega.

Los confortables edificios de la base albergan ocho laboratorios, pero gran parte del trabajo se realiza fuera, en el privilegiado entorno. A menos de dos kilómetros hay un impresionante glaciar de 16 kilómetros de largo que se asoma al mar. Matgorzaia Blaszczyk Tychi va una vez por semana desde la base para tomar mediciones del glaciar, que está reduciéndose una media de 40 metros cada año desde hace un siglo. Ella reconoce que estar aquí un año es un poco aburrido a veces, pero que cada estación es diferente en este rincón del Ártico y, aunque ahora acaba su año de estancia en la base, espera volver.

"En los últimos 20 años, la reducción de los glaciares es muy rápida", dice Szymocha. Además de glaciología, en la base polaca se realizan investigaciones de geomagnetismo, sismología, estudios atmosféricos, meteorología, biología, ecología y geología. Su posición estratégica entre el Ártico eurasiático y americano, hace que el lugar sea muy apropiado para investigar fenómenos geofísicos, la estructura de la litosfera terrestre, procesos geofísicos e incluso fenómenos de física extraterrestre como la transferencia de energía entre el viento solar y la magnetosfera terrestre.

Durante el invierno, la base polaca permanece aislada, desde diciembre, que llegan las últimas provisiones, hasta marzo, y sólo en caso de extrema necesidad puede acercarse un helicóptero o motos de nieve. En verano, la bahía está abierta a la navegación, hay luz permanente y el record de temperatura máxima registrada es 13,4 grados centígrados.