l parque senegalés de Niokolo-Koba ha perdido más del 90% de su fauna desde 1990
Aquí sólo se han salvado los facóqueros, porque son primos de los cerdos y los furtivos no los cazan porque son musulmanes”, se lamenta Ibrahima Kouyaté, un guía del parque senegalés de Niokolo-Koba, mientras se abre paso en la maleza con un machete. La reserva natural, una de las más importantes de África Occidental, se ha convertido en un bosque vacío. Los últimos censos son dramáticos. En 1990 había 24.000 cobos, una especie de antílope característico de la sabana africana, y ahora sólo queda un centenar. Y lo mismo ocurre con el ñu rojo, cuya población de 5.000 ejemplares ha sido esquilmada en los últimos 15 años hasta quedarse en 150 supervivientes.
Niokolo-Koba, incluido el año pasado en la lista de lugares Patrimonio Mundial de la Unesco en peligro, agoniza. Kouyaté recuerda que hace una década era fácil toparse con leones, leopardos o chimpancés en el interior del parque. Pero la generación de sus padres terminó con ellos. Él mismo entraba en Niokolo-Koba cuando era niño, armado con un tirachinas, para tener algo que llevarse a la boca. El parque nació como un coto de caza en 1926 y, de alguna manera, así ha seguido hasta la fecha, pese a su catalogación como reserva natural.
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