La higiene ha reducido las enfermedades infecciosas, pero ha aumentado las del sistema inmune - La ausencia de algunas bacterias influye en las alergias, la diabetes y la obesidad.
Al bebé que empieza a gatear y a explorar el mundo le gusta tocar, ensuciarse y llevárselo todo a la boca. Los adultos deben evitar que se exponga a elementos dañinos, enseñarle que hay que lavarse las manos y ser limpio. Pero tampoco se le debe meter en una caja de cristal. Un poco de suciedad puede ser bueno porque mientras satisface su curiosidad, su sistema inmune se entrena para reconocer a los verdaderos agentes infecciosos, y su cuerpo se va poblando de bacterias amigas que, como un ecosistema integrado, protegerán y ayudarán a trabajar a su cuerpo. Algunos estudios atribuyen el exceso de protección de los niños frente a su entorno como causa del aumento de las alergias, las dermatitis y algunas enfermedades del sistema inmune ¿Viven los niños en ambientes demasiado asépticos?.
"El problema no es la higiene en sí misma, sino que no es selectiva y se han aniquilado algunos viejos amigos", afirma Francisco Guarner, del hospital de la Vall d'Hebrón en Barcelona, investigador de MetaHit, una parte del proyecto Microbioma Humano en el que investigadores de todo el mundo están construyendo un mapa de las bacterias que habitan en el cuerpo humano, en zonas como la boca, la piel y el intestino. Esta macroinvestigación permitirá ver el impacto sobre la salud humana de esta aniquilación microbiana no selectiva. Los científicos esperan averiguar cómo interactúan con los genes de nuestras células y cómo su presencia o ausencia nos puede alterar.
Sus resultados pueden corroborar ideas que la teoría de la higiene señala desde los años 70. Con esta hipótesis, algunos científicos ya apuntaban que, si bien la higiene había permitido acabar con las grandes infecciones de la historia, también había aniquilado gérmenes necesarios. "A partir de los años cincuenta empiezan a aparecer nuevas enfermedades relacionadas con el sistema inmune y la teoría de la higiene las relaciona con dos aspectos: el sistema inmunitario estaba más equilibrado para combatir enfermedades cuando había más bacterias, y también hemos eliminado bacterias amigas que establecían sistemas de tolerancia. Por eso respondemos a los alérgenos del aire como si fueran patógenos y de forma exagerada", explica Guarner.
Aún hoy, los expertos coinciden en que se trata de una teoría difícil de comprobar. Pero ya son muchos los estudios epidemiológicos que muestran diferencias entre la salud de personas que en su infancia han estado expuestas a determinadas bacterias y las que no. El más conocido, realizado tras la caída del el muro de Berlin, permitió ver que la incidencia de alergias, asma y otras patologías autoinmunes era menor entre los habitantes del Este, y mayor entre los de la zona occidental, mas rica y limpia, con acceso a antibióticos y vacunas.
A la falta de entrenamiento o inmadurez del sistema inmune se atribuye, en buena parte, que las alergias a alimentos hayan pasado entre 1992 y 2005 de afectar de un 6% a un 15% de los niños; que la dermatitis atópica haya aumentado de un 5% a un 11% y que las alergias respiratorias hayan pasado de un 75% a un 80%. "Al haber menos infecciones el sistema inmune actúa también menos, aunque seguramente intervienen factores hereditarios y del ambiente". Ana María Plaza, jefa de la sección de alergias del hospital catalán Sant Joan de Déu asegura: "No es bueno mantener a los niños dentro de un cubo estéril. Es beneficioso que salgan al campo, a la montaña. Han de jugar, estar en contacto con la naturaleza y con las plantas. Debemos volver a buscar un equilibrio entre la vida actual y en el medio natural".
Muchos investigadores prefieren situar la influencia de la higiene en un contexto más amplio. "No significa que tengamos que dejar de lavarnos. Es una consecuencia de la calidad de vida que hemos ido ganando", afirma Antonio Valero, alergólogo del hospital Clínic de Barcelona. "La teoría de la higiene no lo explica todo. En este aumento de las alergias también interviene la contaminación, el hecho de haber cambiado nuestros hábitos alimentarios con comida tratada y que usamos más medicamentos, antibióticos y detergentes", puntualiza Valero.
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